Para dejar bien alto el nombre del “compositor dominguero”, dedico un segundo y consecutivo artículo a Aleksandr Porfírievich Borodín (1833-1887). Esta vez, podemos disfrutar con su Segundo Cuarteto de cuerda, dedicado por Borodín a su esposa, como evocación de los tiempos en que ambos se conocieron en Heidelberg (Alemania).
Nos encontramos, por lo tanto, ante una obra con un fuerte contenido emocional. El protagonismo corresponde al primer violín y al violonchelo. Prácticamente son estos instrumentos los encargados de presentar los diferentes temas, mientras los dos restantes, el segundo violín y la viola, hacen siempre funciones de acompañamiento.
El Nocturno que escuchamos ahora, es el fragmento más popular de este Cuarteto y ha sido objeto de numerosos arreglos para todo tipo de formaciones vocales e instrumentales. El tema principal es presentado por el violonchelo, sostenido por un acompañamiento de acordes a cargo de violines y viola, acompañamiento que varía en cada exposición del tema. De esta forma se evita la monotonía y se enriquecen las texturas. La sección central posee un entramado más complejo y en ella toman protagonismo materiales provenientes de temas secundarios. Finalmente, se produce una reexposición del tema principal a cargo del primer violín.
El Concierto para violín y orquesta Op. 14 del compositor norteamericano Samuel Barber pertenece al periodo temprano de su obra, comisionado en 1939, el maestro decide viajar a Suiza para concentrarse en el concierto, sin embargo, sólo escribió los dos primeros movimientos en Europa, debido a la inminente invasión de los nazis a Polonia y el consejo de su embajada para abandonar Suiza, por lo que regresa a West Chester, Pensilvania, en agosto de ese año. Al terminar la composición, el patrocinador piensa que la obra no se encuentra a la altura de los grandes conciertos para violín y critica especialmente el último movimiento por la dificultad que presenta, por lo que le exige el anticipo de regreso. Samuel Barber decide poner a prueba el movimiento final y pide a un violinista que lea la obra por un periodo de dos horas, experiencia que le permite apreciar la calidad de su obra y confirmar que la misma no era intocable como afirmaba su patrocinador, después de todo, Barber había invertido meses en la creación del Concierto para violín con toda clase de accidentes, como el inicio de la Segunda Guerra Mundial y la grave enfermedad de su padre.
El concierto contiene una clara diferencia entre los dos primeros movimientos, plenos de un gran lirismo y la parte final, explosiva y energética. El primer movimiento se encuentra claramente dominado por una larga melodía, mientras que en el segundo movimiento se manifiesta un diálogo entre el oboe, violoncello, clarinete, violines y corno, con una melodía hermosa y un tanto oscura. El final es un movimiento perpetuo, en el que el violín se lanza en una frenética huída, que bien podría sugerir una carrera de caballos, que se mantiene obsesivamente, sólo los acentos o los ritmos cruzados de la orquesta interrumpen brevemente la veloz fuga de violín al infinito.
A pesar del accidentado proceso creativo del Concierto para violín y orquesta, la obra se convirtió inmediatamente en una de las piezas más importantes del repertorio para violín del siglo XX. Samuel Barber nunca dudó de la calidad de su composición y ni la Segunda Guerra Mundial o la grave enfermedad de su padre detuvieron al maestro en su camino.
Muchas veces se nos presentan grandes dilemas que pueden amenazar los que más amamos y el mayor reto es dar un paso a la vez sin detener nuestro andar, el maestro Barber nos revela en la voz del violín que el mayor desafío en la vida no es hacer lo que amamos, sino hacerlo a pesar de las circunstancias que nos puedan rodear, como un acto de fe en nosotros mismos.