Han transcurrido ya más de dos años desde la partida súbita de Montserrat Figueras el 23 de noviembre del 2011. Una larga y nueva etapa de nuestra vida ha discurrido como un suspiro, un suspiro envuelto y marcado por el contraste entre el vacío de una ausencia física definitiva y la gran riqueza de esa memoria de lo vivido, que permanece intensamente presente. Los silencios y las lágrimas que llenaron nuestro corazón durante los primeros tiempos de esta dolorosa etapa, portadora también de tantos pesares y nostalgia profunda, ha cedido paso poco a poco –como los rayos de sol tras la tormenta– a unos pensamientos positivos de gratitud y alegría. Un sentimiento de profundo reconocimiento hacia quien fue, durante más de cuarenta años, una compañera atenta, fiel y sensible, y sobre todo una verdadera musa, siempre inspiradora y cómplice.
Final necesario e ineludible de un primer período que –gracias a largos momentos de reflexión vital sobre el sentido mismo de la vida y sobre la viabilidad y la continuidad de nuestros proyectos musicales– nos ha permitido esa adaptación indispensable a una nueva vida emocional y musical. Y así hemos aprendido en el transcurso de los meses a experimentar la transformación de ese sentimiento de tristeza profunda en una expresión de generosidad, acogiéndola como una nueva amiga, una amiga muy cercana que nos acompañará y se quedará con nosotros para siempre. Recuerdos íntimos de tantas mañanas y tantos días que no tienen retorno, pero también momentos de consuelo por la presencia cálida de su espíritu y el recuerdo inolvidable de su hermosa humanidad.
Mil imágenes de preciosos recuerdos nos han permitido alcanzar, sin demasiada resistencia al final, esta etapa tan esencial: la etapa en la que hemos tenido que aprender, en lo más hondo de nuestro corazón, el sentido real de la palabra impermanencia. Sin impermanencia, la vida misma no sería posible, y es la fuerza de nuestra memoria la que hace aceptable esa impermanencia; gracias a la emoción y la belleza, el espíritu no muere nunca.
Las diferentes nanas, canciones, romanzas, arias, lamentaciones y alabanzas a la Virgen a las cuales Montserrat da vida en esta segunda recopilación de «La voz de la emoción II», nos permitirán sentir hasta qué punto sigue actual el maravilloso mensaje artístico, humano y espiritual de su arte. Nuestros sentidos se verán alcanzados por una gama infinita de expresiones y sonidos de una belleza tan pura que fijarán para siempre esta nueva «Voz de la emoción» en nuestra memoria más íntima.
Sin resplandores engañosos, sin artificios superficiales, ya sea a través de las melodías tan diversas pero siempre conmovedoras de una nana portuguesa, los villancicos del Siglo de Oro, las lamentaciones sefardíes, el recitar cantando de Giulio Caccini o de Claudio Monteverdi, los aires en ostinatto de Tarquinio Merula, las canciones danzadas de José Marín, las Lagrime mie d’affano de Ferran Sor, la dulce evocación de la Virgen María por parte de Max Reger o incluso de la tierna nana catalana que cierra la selección, la voz de Montserrat Figueras nos acaricia y nos envuelve con mil suavidades, mil lágrimas de tristeza nostálgica o de alegría luminosa, mil evocaciones que permanecerán en nuestra memoria, cual cumbres de gracia y emoción compartidas sin límite.
JORDI SAVALL
La voix de l'émotion - YouTube
https://www.youtube.com/watch?v=nlXux5UWaD0
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