Una receta familiar.
Que nos hacia mi añorada abuela.
Excepcional e irrepetible cocinera.
Mi madre liberada de las ataduras de la cocina por obligación de vez en cuando me deleita -yo hago de pinche, limpio los cacharros y financio el festín- con alguna exquisitez ya en peligro en extinción.
Buena materia prima.
Ganas de cocinar.
Cariño.
Y apetito. En mi caso pantagruelesco.
Para hacer boca una berengenas fritas de coña.
Estas mujeres tan sacrificadas podían sacarse un complemento a sus bajas rentas de viudas o separadas dando clases a pencos como yo mismo.
Enseñarnos a amar la buena cocina.
A realizarnos.
A comer sano y barato.
Hago esta propuesta.
Ayuntamientos contraten a estas valiosas y desperdiciadas mujeres.
Nuestros estómagos de irredentos singles nos lo agradecerian. Y mucho.
No hace falta decir que repetí.
De beber un vino de mesa murciano. Muy sabroso. Lo compro en envases de 5 litros con su grifo.
En decantador. Naturalmente en copas bordelesas. Anchas y altas.
Unas buenas naranjas de postre. Esta vez valencianas. Muy jugosas.
Para hacer la digestión la amarga manzanilla de Mahón.
Si tienen pesadez nada de antiácidos que hacen el estomago vago.
Un agua con gas -cualquiera pero a mi me gusta el Vichy catalán-con una rodaja de limón.
El colmo escuchar un Cuarteto de Beethoven por el esplendido Hungarian String Quartet mientras escribo estas lineas. El Op. 131.
Música llena de misterio y belleza. Una preciosidad.
Hellín a 19 de Abril de 2.009
No hay comentarios:
Publicar un comentario