Clint Eastwood en 1.993 rueda esta fascinante película.
Es una historia típica al uso.
Un presidiario se escapa de la cárcel y toma unos rehenes.
Uno de ellos es un niño que quiere ser como les demás niños pero al que la religión de la madre se lo impide.
Este podría ser un resumen.
Como siempre en el cine del maestro un guión comercial da lugar a una obra personal.
Porque al final de las dos horas largas de metraje nos queda una sensación agridulce y extraña.
Es la diferencia entre un buen artesano y un artista.
El segundo nos hace sentir cosas. Y nos sabe emocionar y reflexionar.
Preguntarnos el porque de ese comportamiento patológico y desequilibrado del protagonista.
Y el porque del comportamiento de ese niño que considera a este asesino peligroso como a su padre.
Es complicado en cuanto a su estructura este extraño filme.
Y a veces el ritmo cinematografico parece que no es el adecuado.
Existe mucho desnivel entre lo que les ocurre a la pareja que huye y lo que pasa entre los perseguidores.
Tal vez porque esta vez los actores secundarios son mas flojos en especial la criminologa y el tirador del FBI a pesar de que la estrella Kevin Costner esta esplendido y muy contenido lo que es agradecer.
En el cine de Clint Eastwood la música y el baile son importantes.
Estupenda la secuencia en la casa de bracero negro con ese vinilo que suena y ese baile que luego volveremos a ver mucho mas y mejor recreado en la magistral Los puentes de Madison.
Un notable bajo para este mundo no tan perfecto.
Pero que peliculón.
Hellín a 21 de Febrero de 2.010
No hay comentarios:
Publicar un comentario