Alain Resnais durante un rodaje. Muy duro ver sus filmes. Mezcla tiempos y espacios. La imposible tarea de intentar filmar la memoria humana. O casi.
1977: Providence es un extraordinaria película. La mejor con diferencia del muy a menudo indigesto realizador francés. Cuando la vi a finales de los setenta me quede fascinado por su atmósfera tan onírica, por su guión redondo del gran David Mercer, por sus movimientos de cámara -fabuloso ese plano de 360 grados que culmina la comida campestre- y por encima de todo una portentosa banda musical del maestro de maestros, el húngaro Miklos Rozsa que domina y prevalece por encima del manjar visual e interpretativo que el sesudo Alain Resnais nos ofrece.
John Gielgud hace el papel de su vida. No les cuento la historia porque es cuestión que la vean varias veces. Llevaba unos 20 años sin visionarla de nuevo. Y la recordaba muy bien. Cuestión de la memoria inconsciente. De los recuerdos que guardamos y que no desaparecen de nuestro enigmático cerebro.
Me recuerda visualmente mucho a la incomprendida Topaz del irrepetible "Hitch".
Es cuestión de revisar la tardía obra del genio ingles.
Coincide tal vez mi pase cinematográfico casero de este bocado exquisito con la presencia de dos pájaros políticos delincuenciales en espacios televisivos. Pues que les aproveche. No matemos al mensajero. Sin demanda no habría oferta. No veo la tele habitualmente salvo algún programa determinado y de cadenas por cable. No obligan a nadie a ver tanta bazofia. Pública y privada. Cuestión de gustos. De buenos o malos. Algo subjetivo. Yo veo lo que me apetece y solo pido que con dinero de todos no se embrutezca a los que se quieran embrutecer.
Han tenido suerte y los pongo una suite de la música de Providence. Romantica y evocadora. Una joya amigos:
Hellín a 13 de Noviembre de 2.008.
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