lunes, 17 de noviembre de 2008

LOS TRES MOSQUETEROS DE GEORGE SIDNEY: FRENETICA, TREPIDANTE, COREOGRAFICA Y UNA TRAGEDIA FATALISTA SOBRE EL PODER MALEFICO DE UNA DIABOLICA MUJER.


George Sidney ha pasado a la Historia del cine como un gran artesano y por ello es un gran creador y solo hace falta volver a ver de nuevo esta maravillosa Los tres mosqueteros (The Three Musketeers) (1948) para comprobar la impresionante exhibición de picados, contrapicados, travelling y grúas que usa para crear esa sensación de dinamismo contagioso que experimentamos viendo las aventuras del gascón D'Artagnan que encarna con inusitada viveza y maestría el vital acrobático bailarín Gene Kelly.
Dos malvados irrepetibles. Vincent Price un actor dotado de una perversidad sibilina irrepetible y Lana Turner con esa belleza animal y hasta demoniaca que irradia. Impresionante ese traje de terciopelo negro con adornos verduzcos que lleva en la entrevista con el maquiavélico Cardenal Richelieu y que hermosa es la secuencia a oscuras con el provinciano mosquetero. Su ejecución por el siniestro verdugo hacia el final un momento lleno de dolor y tragedia.
Van Heflin es un Athos borrachín y genial. Un fiel reflejo de como el amor y el odio maridan mal y al final solo llevan a la desesperación y a la amargura.
En resumen una portentosa película.
De las mejores del genero de aventuras. Junto al Robin Hood de Michel Curtiz las dos joyas.
Un filme que como les he comentado es una lección de como rodar secuencias de acción briosas y entretenidas. Y como no abusar de ellas.
Si quieren profundizar en el buen hacer de este modélico director americano que fue George Sidney pueden completar esta rotunda obra perfecta del cine de evasión con Levando anclas (Anchors Aweigh) (1945), un musical algo cursi pero encantador. Y disfrutar de nuevo con ese enorme actor deportista gimnástico que fue Gene Kelly .
De origen muy modesto se tuvo que ganar la vida desde muy joven. Llego a ser una celestial estrella cinematográfica. Nadie le regalo nada. Llego arriba a base de tesón y trabajo. Y eso se nota en la contagiosa y sincera simpatía que destila. Disfrutaba bailando, cantando y actuando. Fue un fenómeno de atleta. Si hubiera participado en campeonatos hubiera ganado sin dudas un buen puñado de medallas porque saltaba y volaba con una elegancia irrepetible.
Hellín a 17 de Noviembre de 2.008.

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