viernes, 22 de agosto de 2008

EL CABO DEL MIEDO: NUNCA SEGUNDAS PARTES FUERON BUENAS.NI EL GRAN BERNHARD HERRMANN LA SALVA

Un Herrmann dormilón es observado por un curioso Hitchcock


Bernhard Herrmann pasa por ser unos de esos genios nacidos para el cine. Él en la faceta de compositor de memorables bandas de películas.
Hoy ha sido un buen día. España tras un duro partido ha doblegado a la correosa y talentosa Lituania en un duro partido de basket.
Argentina ha demostrado que los malos chicos de la NBA pueden ser vulnerables.
Este domingo veremos como los Paus de oro afrontan el duelo contra los violentos y tatuados jugadores de la selección de EE.UU en la final Olimpica de unos Juegos tan grises y tristes.
Entrada la noche me he atrevido a ver un El Cabo del miedo, remake, de esa obra maestra rodada en 1.962 llamada El Cabo del terror.
Vistas con una día de diferencia me parece muy superior la antigua.
Recordaba el filme de Martin Scorsese de 1.991 como sólido y potente.
Me ha parecido revisado años después demasiado intelectual y algo cargante. Y larga de más.
Como en la primera el obsesivo tema del maestro Herrmann prevalece y ahí radica el acierto del italiano americano director. Usar su genial música y también su perdición porque las partitura que encajaba a la perfección en el filme del artesano J. Lee Thompson resulta demasiada inspirada para tan poco plato cinematográfico posterior.
Robert Mitchum, el canalla, es insustituible e insuperable.
Nació para los papeles de sádico y no necesita meses de gimnasio para dar terror.
Robert de Niro, extraordinario actor, pero del dichoso método, no puede hacernos olvidar al otro taciturno y melancólico Robert.
Frustrado intento pero voluntarioso.
Si nos has visto la de blanco y negro lo mismo te gusta la nueva.
El cine clásico es irrepetible porque aunaba profesionales que eran buenos artesanos y no divos del trabajo que hacían.
Y eso llevaba a que realizadores no geniales hicieran obras redondas.
Rodaban lo que les mandaban. Lo intentaban hacer de la mejor manera posible. Contentar al público. Sin subvenciones.
Si cumplian en la taquilla seguían trabajando.
Eran cultos y preparados pero se movían en un mundo competitivo y capitalista.
Sabían que debían entretener y que al fin y al cabo el cinema es un pasatiempo porque empezó siendo un espectáculo de barracones y ha acabado siendo un mero divertimento al alcance por el dvd y los programas de descargas, de todo el que se sienta aficionado a este medio expresivo que podemos llamar séptimo arte, a veces, pocas, y en la mayoría de los casos, una mera manera de llenar nuestras horas de descanso, de ocio o de insomnio, como en mi particular caso.
Hellín a 23 de Agosto de 2.008.

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