Ve uno harto ya de tanta Olimpiada -encuentro la competición algo triste, gris y anodina- El Cabo del Terror de un buen realizador, J. Lee Thompson. De 1.962.
Una obra maestra clásica del cine sádico, de angustia y de acoso.
Un psicópata "rehabilitado" persigue de manera sistemática a una familia de clase media. El riesgo de ser testigo y mandar a la cárcel a un canalla torturador físico de indefensas mujeres.
Un espécimen, por desgracia, habitual y que se aprovecha del miedo a las represalias si es denunciado por el sexo debil.
Robert Mitchum esta irrepetible y se sale.
Parece que hubiera nacido para este vomitivo papel.
Su sonrisa de demente sinvergüenza es antológica.
Reflexiona uno de que hacer si a una dona le toca semejante prenda.
Educados de cara a los demás. Inteligentes. Astutos. Pillos.
Unas décadas después Martin Scorsese se atreverá a rodar un remake estimable, El cabo del miedo (1.991).
Durante mi pase casero de El Cabo del Terror observo como determinados diálogos aparecen subtitulados. La censura de la época. Frases subidas de tono del irrecuperable loco.
Uno es un fanático del blanco y negro. Y más de Bernhard Herrmann, un excepcional músico de cine. La partitura de esta pelicula es bestial. Los equipos de grandes profesionales, desde el decorador al director de fotografía, hicieron irrepetible esta época dorada del cine americano.
El divismo de los directores actuales entonces era inexistente. Fue a raíz de la critica francesa de los 60 cuando pasaron los Ford, Fuller, "Hitch" y muchos otros, a ser revalorizados y considerados creadores.
No les aburro más. Se acaba agosto. La crisis existe. Que nos coja confesados aún a los que no somos creyentes, ni ganas. De momento.
Hellín a 21 de Agosto de 2.008-
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